En el pueblo dicen que Aurora no llega con el canto del gallo ni con el reloj de la plaza. Aparece cuando el silencio pesa demasiado y la mañana aún duda si nacer. Algunos la han visto bajo el flamboyán en flor; otros, en la neblina del río. Nadie logra describirla igual, pero todos coinciden en algo: cuando Aurora pasa, el aire cambia.
Unos respiran más hondo, otros recuerdan de pronto un instante feliz. Los viejos la llaman la calma con pasos; los niños aseguran que es la señal de que algo bueno está por venir.
Don Julián, el relojero, decidió perseguirla. Dejó los relojes abiertos en su mesa y salió tras ella. La vio cruzar la plaza ligera, como quien no toca el suelo.
Pero las calles se alargaban y el sol parecía detenido. El agua de la fuente subía en lugar de caer. Una voz desde un balcón lo detuvo:
—Déjala, a Aurora no se le alcanza; se le permite pasar.
Aquella noche volvió a su taller confundido. Los relojes seguían marcando la hora exacta. Desde entonces no volvió a seguirla; cuando Aurora pasaba, sonreía sin saber por qué.
Un día Aurora no apareció. El gallo cantó, la neblina se disipó, los flamboyanes alfombraron las calles… pero todos sintieron un vacío.
La gente se miró con inquietud. ¿Y si no regresa? pensaron. Entonces ocurrió algo nuevo: la señora Carmen, siempre de mal humor, saludó sonriendo. El cartero tarareó un bolero. Los niños reían bajito, como estrenando un idioma.
El recuerdo de Aurora había quedado en ellos. Sin verla, comenzaron a imitar la calma que dejaba. Descubrieron que Aurora también podía habitar en cada gesto sencillo: en una respiración profunda, en un saludo amable, en una pausa compartida.
Con el tiempo dejaron de esperarla como antes. Para unos, Aurora era un recuerdo; para otros, un alivio en el cuerpo. Algunos decían que era promesa, otros que era simplemente calma. Nadie coincidía, y tal vez ese era el secreto.
Mientras discutían qué era, todos sabían que la habían sentido. Así quedó la historia: abierta como la ventana que deja entrar la brisa sin revelar de dónde viene.
¿Qué es Aurora?
¿Un instante, un eco, un reflejo de lo que ya habita en ti?
La respuesta, como ella misma, no se dice: se vive.







